Crepusculario

domingo, 23 de mayo de 2010

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Pablo Neruda

1

Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra veré en los tuyos lágrimas un día.

2

Yo no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca, ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos, ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el amor de los marineros que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera, los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.)

4

Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan.


Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse para volver amar.
Amor divinizado que se acerca.
Amor divinizado que se va.

5

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos, ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fuí tuyo, fuistes mía. ¿Que más? Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fuí tuyo, fuistes mía. Tú serás del que te ame, del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste; pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia donde voy.

... Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

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